lunes, 11 de mayo de 2009

Cuba en la lente de Bernd Harnisch

Por Amauris Betancourt.

El retrato contribuyó sobremanera a popularizar la fotografía nacida en la Europa de la Ilustración y la Revolución Industrial. Las primeras composiciones no fueron precisamente retratos, si bien estos, por su alta demanda basada en la novedad de reflejar una imagen real y no recreada desde la pintura, trasladaron este arte a la gran masa.

Retratar es un arte; y los primeros fotógrafos famosos lo cultivaron como tal, pero apuntalados en las composiciones pictóricas para conferirle categorías estéticas atribuidas entonces solo a la pintura. Así el retratista, y el consiguiente género, es lo que más ha abundado en la historia del arte de la lente.

Exponer retratos y revelar novedades es harto difícil, pero no imposible. Bernd Harnish, fotógrafo alemán radicado en Holanda, regresó a Cuba, a las Romerías de Mayo 2009, en Holguín, para mostrar “Gentes y paisajes” en una propuesta fotográfica que trasciende desde la candidez.

Harnisch no complica las cosas con composiciones deliberadas. Se dedica a retratar y obviar el convencionalismo, pero logra recompensa estética: devela con tino psicológico y estético una Cuba desde la óptica del extranjero, no del turista que viene por placer; porque Harnisch no obtura, escribe la historia y cuelga la foto. Busca primero la empatía desde la técnica fotográfica; y mucho antes que todo, lecturas mediante, se acerca al tema.

Retrata personas y paisajes, y complementa sus gráficas con pequeñas historias, interesantes y acertadas, alusivas, sin proponérselo quizás, a la idiosincrasia del cubano. La recompensa viene en primeros planos, cuya creatividad radica en retratar más allá de la imagen física de un rostro.

El autor de “Gentes y paisajes” viaja en bicicleta por toda la isla, desde Guantánamo a La Habana, atento a lo cotidiano que pasa inadvertido para el fotógrafo de la Isla. Así recrea la historia social desde esa imagen de un “Hotel en ruinas”, reminiscencia de una Cuba colonial en arquitectura, capitalista en servicio; o esa “Escalera”, remedo de opulencia y añejo. A la hermosa villa colonial de “Gibara” desde su paisaje social ordinario.

No omite a la música cubana vista en el “Rappero de Holguín”; al deporte en el “Quizás mejor jugador negro de ajedrez de Latinoamérica”, sacado de las calles de Santiago de Cuba, a quien no logra derrotar en partidas.

Incluye a la “Vecina curiosa”, a la “Familia que me acogió donde no había hotel para pernoctar”, a la servicial “Trabajadora de oficina quien le dijo donde arreglar el neumático de su ciclo”, al “Vendedor solícito” y a los “Niños”.

Bernd Harnisch retrata de manera singular. Su muestra hace justicia a Cuba desde su discreta lente.

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